sábado, 21 de marzo de 2015

La gubia de Antón Vázquez


La Hermandad del Cristo de la Vera Cruz cumple 475 años. Esta cofradía fue la impulsora de la mayor obra social que ha tenido Arcos de la Frontera: La integración del pueblo gitano y el Hospital de San Juan de Dios

Un Momento de la conferencia
José María Pérez Gómez

Representar a Dios no es tarea fácil y los artistas quedan impregnados para siempre  por sus encargos, imaginaros que pudiéramos leer en los distintos materiales el paso del tiempo, como si quedase grabada su historia en la superficie y a través de ella pudiéramos atravesar las líneas del tiempo. En estas tallas se hallan metales, algunos son superconductores  que actualmente se utilizan para rayar el aire y grabar sonidos. En las potencias del Cristo hay grabada una historia, pero el aparato para leerla e interpretarla somos nosotros… Os propongo un viaje en el tiempo:

 Estamos en aquellos años de máxima expansión de nuestra nación.

Después de la conquista de Granada y con el descubrimiento de América, España se convertirá en la primera potencia del mundo y en el siglo XVI estamos en pleno Renacimiento. De las manos del artista Antón Vázquez nacerá la venerable imagen y la más antigua que procesiona en la Semana Santa de la Provincia de Cádiz: El santísimo Cristo de la Vera Cruz. Si bien en Jerez existe otra talla que rivaliza en antigüedad: nos referimos al Cristo de la Viga, esta imagen no se hizo para procecionar. Hasta el siglo XVII no lo hará y en contadas ocasiones, es a partir de 1926 cuando tiene cofradía y desde entonces sale asiduamente.

Las influencias de los artistas italianos que vinieron a España se expandieron rápidamente. En el monasterio de Santo Tomás de Ávila,  Domenico Fancelli fue el autor del sepulcro del infante D. Juan que murió en 1497, también el de los Reyes Católicos en Granada y el mausoleo mural de Diego Hurtado de Mendoza en la catedral de Sevilla en 1509, donde había un gran bullicio construyendo la Catedral. Nuestro artista crecería en este ambiente y para poder tener taller propio había tenido que tener un aprendizaje de al menos cuatro años.

“- Hagamos una catedral tan grande…, para que las generaciones venideras crean que estamos locos.”
                Decían…

                Y allí estaban no sólo los artistas, sino también los más desfavorecidos: en el siglo XV los esclavos guanches y moriscos se empleaban duramente y algunos se dejaron la vida construyendo esta catedral, lo sabemos porque hay una queja del último rey de canarias, del guanarteme Guanachesemedan al rey Fernando por el trato dado a sus gentes…

                Los artistas debían especializarse en anatomía pero… ¿Cuáles eran sus fuentes, cómo darle realismo a sus esculturas?

                En Sevilla había mucha riqueza, pero también había esclavos, picaros, maleantes, duelos a muerte, asesinos y ejecuciones, algunos reos previamente eran torturados… Antón Vázquez era un artista y todo esto es un caldo de cultivo que puede servir para sus modelos, tomaría apuntes…, después hacía una muestra en barro y cuando tenía ya la idea clara escogía un buen tronco, normalmente prefería el cedro, porque es una madera noble y fácil de trabajar, posee un aceite que se encuentra dentro de forma natural, haciendo que además sea resistente a la putrefacción, no le atacan ni los hongos siquiera, tampoco los insectos por lo que no hay la necesidad de impregnarla.

                En el puerto de Sevilla se podía encontrar de todo, escoger la madera para tal encargo se tomaba muy en serio, desde el momento en que se escoge el artista deja de ver un simple tronco y ve dentro una figura, una imagen latente que hay que liberar y sacarla a la luz, su fuente de inspiración. No nos debemos impacientar porque la madera debe de estar seca para tal fin.

En los años cuarenta del siglo XVI recibirá su más preciado encargo, ya era un artista consagrado y desde la ciudad de Arcos de la Frontera alguien sabía de su existencia: Per Afán de Ribera estaba casado con Leonor Ponce de León, hija del primer duque de Arcos y nieta del famoso conde D. Rodrigo, que poseían palacios en Sevilla y que residían en Marchena.

Per Afán de Ribera, nació en Sevilla en 1509, de noble cuna y grande de España fue adelantado mayor de Andalucía, Virrey de Cataluña, de Nápoles…  y otros tantos títulos. Tendría más o menos la misma edad que Antón. Su tío Fadrique Enriquez de Rivera era su antecesor en el cargo y entre 1518 a 1520 viajó a Tierra Santa y midió los pasos que dio Cristo en su Pasión, desde el palacio de Pilatos hasta el monte Calvario. De vuelta a la Península, en Bornos tenía un palacio y allí realizó una experiencia única hasta el momento: realizó el primer Vía Crucis del mundo, acababa de inventar la Semana Santa y en Sevilla tuvo su mayor repercusión, convirtiendo desde su casa, ahora conocido por “El palacio de Pilatos” , hasta  la Cruz del Campo en el escenario del evento.

Las órdenes militares eran ya anacrónicas, no había enemigos de la Santa Fe en la Península, ahora tocaba la hermandad y las estaciones de penitencia, otra forma de entender la vida.

                Y… ¿Cómo era entonces la ciudad de destino? ¿Quiénes habían hecho el encargo?

                Arcos de la Frontera había sido la ciudad más activa contra el reino de Granada, todavía guardaba su fisonomía guerrera y un gran recinto amurallado lleno de torreones. San Juan de Dios, la iglesia de destino de nuestra imagen, no se llamaba así, por aquel entonces era un hospital, el de San Sebastián, que quedaba a las afueras de la ciudad y las Puertas de Belén condicionarían la altura y anchura del paso; la altura media de los paisanos que suponemos sería de 1,60 metros también, pero no había problema pues Antón Vázquez como tantos escultores de la época consideraba un insulto representar la figura de Cristo a tamaño natural.

                Santa María y San Pedro tenían una pugna por ver quién era la más antigua y más grande, las torres de sus campanarios que conocemos hoy aún no existían. En San Francisco ya había una hermandad, la más antigua, la del Santo Oficio de la Inquisición, pero la cofradía de los Reyes encargaría primero una imagen, la que hoy conocemos, escribieron al Reverendísimo Padre General que entonces era Fray Francisco de San Antonio, para que enviase religiosos que fundasen o se posesionasen del Santo Cristo de la Vera Cruz y después se hizo la capilla mayor y crucero de la Iglesia, que era muy pequeña, se dilataron las enfermerías de hombres, haciendo la de mujeres y celdas de nuevo, a costa de la Comunidad, y después se agregaron los otros hospitales, quedando por su titular el mismo Santo Cristo de la Vera Cruz.

                En Sevilla un trozo de madera iba tomando forma y la fama de la Sábana Santa de Turín había influido en los autores italianos y a través de ellos en los sevillanos, representando la imagen de Cristo de la misma forma que conocemos hoy. Poquito a poco la cara va saliendo y cada día Antón está más entusiasmado, los ojos deben representar un Cristo muerto, la vida se le ha escapado, pero la cara a pesar de ello debe mantener dulzura; en los brazos podemos distinguir las venas, los músculos pegados al hueso y con las manos resignadas, semiabiertas, no se ve tensión, en apariencia todo está muerto ¿Todo?

                Hoy puedo decir sin temor a equivocarme que Antón Vázquez era creyente y si no, se volvió con el encargo, la imagen de la Vera Cruz guarda un secreto: el escultor no quiere representar la imagen de Dios como muerto. Aunque cuando vemos la imagen vemos una persona desangrada y torturada, todavía Vázquez se guarda un as debajo de la manga, perdón detrás de la rodilla derecha queremos decir, porque en ella podemos apreciar un nervio en tensión, todavía el cuerpo tiene vida y así, con esta maestría oculta, se nos muestra a un Cuerpo vivo, que no muerto.

                A pesar de ello, el artista tenía que herir su obra, tenía que darle realismo y eso se agudiza en la cicatriz de la “lanzá” en el costado del Cristo, es como si se vaciase por la herida, la sangre cae a borbotones y se le pronuncia el esqueleto en las costillas…

                Una vez terminada la imagen la preparó y la embadurnó con una pasta de yeso y cola para taparle los poros, la lijó y la pintó al oleo. Ya estaba la imagen terminada.

                La partida desde Sevilla debió ser todo un acontecimiento, pues aunque lo metieron en un carro liado en mantas y posiblemente amortiguado en paja, los caminos de entonces no eran precisamente una ruta muy segura. Parte de la hermandad se trasladó a Sevilla y vinieron escoltándolo, os podéis hacer una idea de cómo llegaría a Arcos…

                El Clero de Santa María, la cofradía de los Reyes y la nobleza de la cuidad salieron a recibirlo. Aquella Semana Santa sería distinta:

 Un pueblo nómada se estaba asentando en Andalucía y guardaban sus tradiciones y hasta su idioma, parecía que no se mezclaban con nadie, pero por temor a la Inquisición se declaraban cristianos e iban a misa, o se habían convertido. Estaban aquí porque la realeza amparaba a los nuevos conversos y la Real Hermandad tenía ese rango, a petición de ella, si los reyes lo veían oportuno, en premio les regalaban su apellido. Cuando el día de la procesión y las puertas de San Juan de Dios se abrieron el impacto entre los presentes fue grande, también entre los nuevos afincados y del alma de un gitano salió un cante distinto y lastimero ante la extrañeza del clero, era la primera saeta, la que se clavó en el corazón de los arcenses, la  que dio lugar al estilo más antiguo, a la forma de cómo lo hacía Manolo Zapata, ya cristianizada, con un toque gregoriano.

La primera saeta es un enigma, no sabemos si se cantó en sanscrito, en caló o en un español rudimentario, sabemos que fue aquí y que contrariamente a lo que algunos expertos de poblaciones como Sevilla o Jerez piensan, no tienen un origen judío, ni moro, pues éstos ya habían sido expulsados y ningún judío o musulmán le cantaría a ninguna imagen y mucho menos le saldría del corazón, por el contrario sí que a un hindú o a alguien con este origen le podría salir. ¿Por qué? Porque para nosotros es sólo una imagen que más bien o más mal representa al Señor, que el cristiano no debe adorar imágenes, en este caso una gran obra de arte. Pero para un indio con tradición hinduista no es sólo una talla, ve directamente a su Dios…, los gitanos se estaban convirtiendo y con este cante salido del alma no tenían que demostrar nada más.

Se ganaron un sitio en la historia, aunque a algunos les cueste reconocerlo. Si aquella primera saeta no hubiese emocionado al clero, a los arcenses…, o si hubiesen tenido la sospecha de ser un canto pagano o indigno, hoy estaríamos hablando de otra cosa. El Cristo de la Vera Cruz, el de los gitanos…, representa la integración de un pueblo. Es una nota de color en una ciudad como la nuestra, la más guerrera del reino, que solo 53 años antes paseó primero que nadie su pendón, junto al de Castilla, al lado de los reyes católicos por Granada, de manos de los Ponce de León, en una guerra donde no se toleraban otros pueblos, costumbres, religiones ni forma de pensar…

Antón Vázquez añoraba aquella imagen y conservaba el modelo de barro porque en 1548 recibió otro encargo y realizó una imagen casi gemela, para la Vera Cruz de Sevilla, que también es hoy la imagen más antigua que procesiona en la capital hispalense.

En 1574 Fray Juan Pecador visita la orden fundada por Juan de Dios en Granada, quedó tan impactado que se unió a ella. Amplió su actividad en otras fundaciones, en Medina, Arcos, El Puerto, Sanlúcar de Barrameda y Villamartín.

Fusionó todos los hospitales arcenses en uno, el de San Sebastián, el 14 de octubre de 1584. La capilla fue consagrada el 3 de septiembre de 1597 por Don Miguel Geniltero, Obispo Auxiliar de Sevilla y en 1673 la orden tomó el nombre de su fundador: San Juan de Dios y en 1853 Fray Juan Pecador sería también beatificado y conocido como Beato Juan Grande por el Papa Pío IX, pero hoy gracias a Juan Pablo II ya no es sólo beato, sino santo, un honor para este hospital, esta capilla y esta cofradía.

Aquí la orden también práctico la noble causa de su existir, la de cuidar y atender a los encarcelados, enfermos, convalecientes e incurables, prostitutas, soldados enfermos y mutilados de guerras, niños abandonados…

                La corona del Cristo está labrada también en madera, pero sobre ella años después se colocó una de oro. Mi ilustre padre: Manuel Pérez Regordán, para la confección de “La historia social de Arcos a través de la Hermandad del Santo Cristo de la Veracruz”, descubrió que la trajo un indiano:

 Miguel Antonio Calderón de la Torre, amante de Lucía Pérez, que volvía a su ciudad natal a bordo de la nao Nuestra Señora del Buen Suceso, más conocida por La Concordia, pero, desgraciadamente, en el trayecto de Lima a Cádiz falleció el 28 de junio de 1788, habiendo otorgado testamento ante el escribano del buque don José María Caballero en 15 del mismo mes y año.

Don Miguel Antonio fue oficial mayor de la Mesa del Viento de la Contaduría de la Real Aduana de Lima y venía ‘con el fin de descansar en estos reinos por el retiro que se le ha concedido por S.M.’ Conservamos en nuestro archivo su espléndida hoja de servicios.

Venía en compañía de su hijo natural don Pedro Calderón, nacido en Cochabamba, obispado de Trujillo en Perú, el 6 de julio de 1756.

Al llegar a Cádiz, la Audiencia de Contratación de Indias exigió al capitán que diera cuenta de la ropa y alhajas que ‘se hallan en los baúles que traía’. Se habla de dinero y plata labrada. Don Miguel Antonio traía ocho mil ochocientos pesos de plata con peso de cuarenta y nueve marcos y dos onzas, más cuarenta y dos castellanos de oro, de los que dos mil pesos se habrían de imponer a nombre de su hermana doña Justa Calderón de la Torre, que vivía en la Corredera en casa propia, con el fin de que se alimentase con los réditos (murió el 1º de octubre de 1788). En los baúles llegaban 130 pesos y en poder de don Tomás de la Calleja, alias el Aquiles, 1.150 pesos; don Francisco Sierra, Alguacil Mayor del Comercio de Cádiz, le debía 290 pesos y don Mateo Milanés, Coronel del Regimiento de Infantería de Extremadura, le debía 20 pesos.

Entre las alhajas traía un juego de hebillas, unas de oro y un espadín de puño de plata.

Fue este indiano un excelente mecenas de la hermandad de la Vera Cruz, regalando 300 ducados para la confección del manto de la Virgen de los Dolores que bordó el sevillano Lucas Ortega en 1786 y fue, a la vez, el donante de la corona, cantoneras e INRI de la cruz del Santo Cristo, colaborando también en el pago de un paso de plata que se realizó por el platero Alexandre para la Virgen y San Juan. Las letras del S.P.Q.R. que hoy lucen en el cartel de los ‘armaos’ también fueron de su donación.

Cuando mi padre fue hermano mayor de esta cofradía organizó el primer concurso de saetas de Arcos… ya ha llovido y en mi niñez recuerdo que mucha gente conocían al Cristo por “Él de los gitanos”, siendo un acontecimiento cuando mi padre lo llevó a la Plaza de Miguel Mármol, yo era un crío, iba con unas campanitas y aún lo recuerdo, no paraban de cantarle. Fue también mi padre el que cambió el recorrido porque según él este era el recorrido antiguo teniendo en cuenta que el ayuntamiento por el siglo XVI estaba por San Antonio Abad.

    En los años ochenta el Cristo volvió a Sevilla para una restauración. Crucé junto a mi padre y me hermano Jacinto unas puertas enormes, de estilo almohade que daban directamente al Patio de los Naranjos y al fondo entramos por una puertecita a un taller, allí estaba el Cristo desarmado y despojado de su pintura, se podían ver perfectamente los trazos marcados por la gubia de Antón y mi padre disimuló muy bien su cara delante del restaurador, pero salió de allí descompuesto, porque según él, nuestra familia habían sido de los fundadores y una vez que el Cristo tuvo un percance me contaba que mi abuelo con la tajá del Jueves Santo, llegó a pedir un médico. Afortunadamente aquella restauración salió bien y mi padre descansó.

Cuando mi hermana Isabel junto a la junta de Hermandad me encargaron esta conferencia me pilló por sorpresa y les dije que no estaba preparado y me negué, pero reflexionando sabía que no podía rechazarla porque hay caminos que no vemos y llamadas que no escuchamos, en el fondo me di cuenta que con solo mirar al Cristo ya tenía media conferencia hecha. Como os dije en las potencias del Cristo hay grabada una HISTORIA.

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